La microbiota es el conjunto de microorganismos que habitan en nuestro cuerpo y nos ayudan a mantener la salud. Está compuesta por billones de microbios que, no solo son inofensivos, sino que llevan a cabo funciones beneficiosas en nuestro organismo. Por cada una de las células de nuestro cuerpo tenemos algo más de una célula microbiana, prácticamente somos más microbio que humano.
Quizá la más reconocida es la microbiota intestinal, pero lo cierto es que en cada rincón de nuestro cuerpo tenemos una conformación microbiana distinta. Como no podía ser de otro modo, la piel cuenta con una microbiota característica, que recibe el nombre de dermobiota.
La piel es una enorme área de contacto con el exterior, si contamos no solo su superficie, sino también los folículos pilosos, las glándulas sebáceas…tenemos más de 25 m2 de extensión poblada por multitud de microorganismos. En ella encontramos miles de especies de bacterias y también es importante la presencia de virus, hongos e, incluso, de ácaros.
Una dermobiota en equilibrio será fundamental para lograr la homeostasis y el mantenimiento de una piel sana, y al mismo tiempo, es importante en el desarrollo y el correcto funcionamiento del sistema inmunitario. Por el contrario, la disbiosis o desequilibrio de la dermobiota tiene un impacto en la salud de nuestra piel.



Podemos distinguir tres hábitat distintos a lo largo de la piel, y cada una de estas zonas tendrá su conformación microbiana característica:
- Las zonas sebáceas comprenden la cara, el pecho y la espalda. En estas regiones de la piel la diversidad de la microbiota es menor y suele estar dominada por géneros bacterianos como Cutibacterium (antes conocida como Propionibacterium) y Staphylococcus (especialmente, especies distintas a S. aureus), así como, hongos del género Malassezia.
- En las zonas secas, que incluyen los brazos y las piernas, también predominan Cutibacterium y Staphylococcus pero, además, es importante la presencia de Proteobacterias.
- Y en las zonas húmedas, donde abundan las glándulas sudoríparas, hay una mayor diversidad microbiana. Encontramos además de los género bacterianos que ya nombramos, especies de Corynebacterium y Streptococcus.
Para tener una piel saludable no solo debemos tener la microbiota cutánea en equilibrio, también juega un papel importante la microbiota intestinal. Existe una comunicación entre nuestra microbiota, el intestino y la piel, que se conoce como eje intestino-piel, de modo que los metabolitos que fabrican o modulan nuestros microbios intestinales van a incidir, también, en la salud de nuestra piel. Tanto es así, que se ha demostrado como la disbiosis de la microbiota intestinal influye en la homeostasis de la piel, esto es especialmente relevante en aquellos trastornos inflamatorios.
Como veremos, para tratar algunos problemas de piel se plantea revertir esta disbiosis. En este sentido la microbioterapia, es decir, el uso terapéutico de los probióticos, se plantea como una herramienta de utilidad.
Dermatitis Atópica
Este tipo de alteraciones están muy ligadas con la hipótesis de la higiene. Esta afirma que la falta de contacto con microorganismos comensales o “amigos”, que es típico de las sociedades industrializadas, incrementa el riesgo de trastornos inmunomediados como la dermatitis atópica. Por decirlo de algún modo, el contacto con microorganismos, sobre todo durante la infancia, entrena al sistema inmunitario y previene estas respuestas inadecuadas. Por su parte, la lactancia materna en exclusiva ha demostrado un efecto protector frente a la dermatitis atópica. Debido, en parte, a que la leche materna cuenta con su propia microbiota y favorece una correcta configuración de microbiana en los bebés.
Uno de estos trastornos es la dermatitis atópica, donde está implicada tanto la alteración de la microbiota intestinal como cutánea, lo que supone una desregulación de la respuesta inmunitaria y la pérdida de la función de barrera de la piel.
En personas con dermatitis atópica se observa una pérdida general de diversidad en la dermobiota, con el incremento de ciertas especies como es Staphylococcus aureus. A nivel de la microbiota intestinal también se describe una menor presencia de microorganismos beneficiosos, especialmente bifidobacterias, y el aumento de enterobacterias o clostridios. Por ello, son muchos los estudios que plantean el uso, tanto tópico como oral, de probióticos para restaurar el equilibrio microbiano en casos de dermatitis atópica.
Diversas cepas de L. rhamnosus han demostrado mejorar la dermatitis atópica tanto en niños como en adultos. Una de estas cepas es L. rhamonosus HN001. En varios estudios se suplementó a mujeres embarazadas con HN001 durante las últimas semanas de gestación y el postparto (mientras duraba la lactancia materna), demostrando ejercer una protección en los bebés frente a la dermatitis durante la infancia.
Psoriasis
Otro trastorno inflamatorio crónico que afecta a la piel es la psoriasis. Suele presentarse como placas rojas cubiertas por escamas, pudiendo afectar a zonas pequeñas o muy extensa del cuerpo. También hay una estrecha relación entre este trastorno cutáneo y la disbiosis o alteración de la microbiota. El exceso de ciertas bacterias como Staphylococcus aureus y Streptococcus pyogenes, hongos como Candida albicans e, incluso, algunos virus, se asocia con el agravamiento de los síntomas.
La disbiosis de la microbiota intestinal favorece el aumento de permeabilidad de la barrera intestinal, permitiendo el paso del contenido del intestino (microbios, sustancias tóxicas, alimentos sin digerir, etc.) hacia el organismo. Este fenómeno altera la respuesta del sistema inmune y genera un estado de inflamación crónica de bajo grado que está detrás de la progresión de la psoriasis y otros trastornos de la piel. Por ello, restaurar el equilibrio de la microbiota para mejorar la función de la barrera intestinal puede ser una estrategia a seguir en estos casos.
Se ha estudiado el uso de algunas especies de bifidobacterias, como B. infantis cuya suplementación demostró reducir marcadores de inflamación en sangre y mejorar la sintomatología de los pacientes con psoriasis. También la combinación de los probióticos B. longum, B. lactis y L. rhamnosus, como tratamiento adyuvante a los corticoides, redujo la severidad de la psoriasis y el riesgo de recaída.
Dermatitis Seborreica
En el caso de la dermatitis seborreica se produce un aumento de la actividad de las glándulas sebáceas y afecta, como cabe esperar, a las zonas sebáceas de la piel. Además de cursar con picor y enrojecimiento es característica la aparición de escamas o costras en el rostro o el cuero cabelludo.
En estos pacientes se observa un excesivo crecimiento del hongo Malassezia a nivel cutáneo, mientras que el estado de la microbiota intestinal no se ha estudiado tanto en este trastorno. Sin embargo, sí se plantea el uso de probióticos por vía oral para modular el eje intestino-piel. Varios trabajos observaron una mejoría en los síntomas tras dos meses de tratamiento con L. paracasei, especie probiótica que tienen una importante acción inmunomoduladora.
La dieta es uno de los factor clave en la conformación de la microbiota y parece jugar un papel importante en diversos problemas de piel. Los estudios apuntan a que las dietas occidentalizadas a base de ultraprocesados incrementan la severidad de la dermatitis seborreica, mientras que el consumo de frutas, ricas en vitaminas y compuestos fenólicos, tendría un efecto protector.
Acné
El acné es una enfermedad inflamatoria de la piel que afecta también a las áreas sebáceas. Este problema cutáneo suele comenzar en la pubertad y tiene un enorme impacto en la calidad de vida de los pacientes. En la adolescencia, debido a los cambios hormonales, se incrementa el número de glándulas sebáceas y la producción de grasa, lo cual favorece su aparición. Se estima que padecen acné el 44–95% de los adolescentes, pero también es frecuente en la edad adulta.
A nivel de la dermobiota se observa el aumento de bacterias comensales de la piel como Cutibacterium acnes, pero que en exceso promueven el acné. C. acnes favorece la formación de grasa, la aparición de comedones (poros obstruidos), así como, la inflamación de la piel. Logra generar este daño en la piel gracias a distintos mecanismos: produce diversas enzimas que atacan las células cutáneas y forman biofilms, estructuras tridimensionales, que le confieren resistencia a los tratamientos antibióticos. Pero C. acnes no es el único microorganismos que incrementa su población en personas con acné, también se observa una mayor abundancia de S. epidermis o algunas especies del hongo Malassezia.



Del mismo modo que ocurre en otros trastornos inflamatorios de la piel, la disbiosis y la alteración de la permeabilidad del epitelio intestinal agravan o favorecen la aparición del acné. Y también en este caso está descrito el efecto nocivo de las dietas occidentales sobre la microbiota y el papel que juegan en el desarrollo de este problema cutáneo.
Se han estudiado diferentes microorganismos para contrarrestar el sobrecrecimiento de C. acnes, como por ejemplo Streptococcus salivarius y distintos Lactococcus que han demostrado inhibir in vitro a esta bacteria. En ensayos clínicos han resultado de utilidad para reducir la severidad del acné la aplicación tópica de Lactobacillus plantarum, así como, la ingesta de la combinación probiótica a base de B. bifidum y L. acidophilus.
Rosácea
La rosácea es otro trastorno inflamatorio de la piel que suele afectar a la cara e, incluso, a los ojos, causando enrojecimiento y picor. En su patogénesis está implicada la alteración del eje intestino-piel. Prueba de ello es que este problema cutáneo es más frecuente en personas que sufren alguna alteración intestinal como celiaquía, colitis ulcerosa, enfermedad de Crohn, síndrome de intestino irritable, sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado (SIBO), etc.
Concretamente, en personas con SIBO algunos estudios apuntan a que la rosácea es entre 2 y 20 veces más frecuente que en la población general. De hecho, varios trabajos observan la remisión de los síntomas de la rosácea tras el tratamiento para eliminar el sobrecrecimiento. Se cree que el mecanismo mediante el cual se relacionan estos dos trastornos radica en que el SIBO causa hiperpermeabilidad intestinal. El exceso de permeabilidad de la barrera intestinal permite la translocación de microbios y metabolitos que causan inflamación sistémica y que van a desencadenar el proceso inflamatorio a nivel de la piel.
También parece asociarse este trastorno cutáneo con la infección por Helicobacter pylori. De nuevo, esta relación puede explicarse por la respuesta inflamatoria que genera el exceso de H. pylori, mediante producción de sustancias proinflamatorias, citotóxicas y con capacidad de vasodilatación.
Si bien no hay estudios clínicos donde se emplean probióticos para el tratamiento de la rosácea es evidente la implicación de la microbiota en este trastorno. Sin embargo, sí está descrita la utilidad de la microbioterapia para contrarrestar H. pylori o el SIBO, dentro de un abordaje terapéutico con una perspectiva integral.
Otro problema al que se ve sometida nuestra piel es el fotoenvejecimiento o, lo que es lo mismo, el envejecimiento prematuro de la piel a causa de la radiación solar. La piel cuenta con herramientas para protegerse de los rayos ultravioleta que causan oxidación y daño celular, para ello fabricamos pigmentos como la melanina. Pero, además, la dermobiota puede echar una mano en la fotoprotección.
Algunas bacterias y hongos comensales producen melanina o modulan la producción de este pigmento por parte de nuestra piel, mientras que otros microbios pueden resultar de utilidad por su capacidad de captar radicales libres. Este es el caso del hongo Malassezia furfur que fabrica sustancias que absorben los rayos UV. También parecen de utilidad para contrarrestar el fotoenvejecimiento algunas cepas de L. plantarum, B. breve o B. longum.
El conocimiento de la implicación de la microbiota intestinal y la dermobiota en diferentes trastornos cutáneos abre un horizonte nuevo a la hora de abordar estos problemas. Y, en este contexto, el uso terapéutico de probióticos puede ser una herramienta útil para el tratamiento y cuidado de la piel. Porque no podemos olvidar que somos un holobionte: mitad microbio, mitad humano.
Referencias:
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Olalla Otero
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