Que los antibióticos han salvado y salvan vidas no puede negarse. Pero su consumo, especialmente en países industrializados, no deja de crecer año tras año y esto tiene consecuencias importantes para nuestra salud y también para la salud animal.
El excesivo o inadecuado uso de estos fármacos es la causa del alarmante aumento de la resistencia a los antibióticos de muchas bacterias. Esto es la pescadilla que se muerde la cola, porque el incremento de los microorganismos resistentes obliga a emplear un número cada vez mayor de antibióticos para lograr controlar una infección, empeorando esta situación.
El uso excesivo de estos fármacos no solo favorece la aparición de superbacterias, también tiene consecuencias importantes sobre nuestra microbiota. Tanto es así, que en el último siglo se observa una pérdida de diversidad de la microbiota en los países industrializados. Es decir, generación tras generación vamos perdiendo microorganismos beneficiosos por este tipo de tratamientos y otros factores como las dietas poco variadas, la falta de contacto con la naturaleza o el exceso de higiene.
Nuestra microbiota lleva a cabo funciones fundamentales en nuestro organismos: nos ayuda a digerir ciertos alimentos, produce vitaminas y otras sustancias bioactivas, nos protege de patógenos, modula la respuesta del sistema inmunitario… En definitiva, nos ayuda a mantener la salud. Al igual que ocurre en cualquier otro ecosistema, es fundamental que la microbiota sea diversa para que cumpla con todas sus funciones y pueda resistir los ataques que sufre diariamente.
Estudios en animales y humanos observan la alteración o el desequilibrio en la composición de la microbiota – que se conoce como disbiosis- tras la toma de antibióticos. En el ganado se emplearon durante décadas los antibióticos porque favorecían la ganancia de peso de las reses, lo que pone de relieve el impacto que tiene en el metabolismo alterar la composición microbiana.
En los niños son especialmente importantes las consecuencias de una disbiosis post antibióticos. En esta etapa, la microbiota está en proceso de maduración y alterar su composición va a repercutir en su salud futura. Se asocia el uso de antibióticos en la infancia con un mayor riesgo de obesidad, diabetes, enfermedades inflamatorias intestinales, asma o alergias, entre otros trastornos.
La solución a esta pérdida de diversidad microbiana no pasa solo por el uso responsable de los antibióticos, en muchos casos hay que reponer especies y cepas beneficiosas. En este sentido, los probióticos solos o combinados con prebióticos pueden ser de ayuda.
Efectos secundarios de los tratamientos antibióticos
La toma de antibióticos también puede producir efectos secundarios, ejemplo de ello es la diarrea post-antibiótico que se observa en un 5%-35% de las personas que reciben estos fármacos. La causa de esta diarrea es la alteración de la microbiota intestinal y su severidad varía mucho. En algunos casos puede ser realmente grave, cuando se produce el sobrecrecimiento de algún patógeno oportunista, como es Clostridioides difficile.
Si para cualquier persona estos efectos secundarios de la toma de antibióticos resultan molestos o incluso pueden llevar a la hospitalización, en el caso de deportistas sufrir estos efectos secundarios puede suponer una bajada del rendimiento importante.
El uso de probióticos para prevenir la diarrea-postantibiótico es una buena alternativa, pues además de efectivos no tienen interacciones con fármacos ni producen toxicidad. Uno de los microorganismos probióticos más empleados en este sentido es Saccharomyces boulardii. Se trata de una levadura, por lo que no se va a ver afectada por los antibióticos que ejercen su acción antimicrobiana frente a bacterias, y ha demostrado prevenir estos episodios. Otras especies probióticas que han demostrado utilidad son algunos lactobacilos, como por ejemplo L. acidophilus.
El consumo de ciertos antibióticos del grupo de las fluoroquinolonas también se asocia con tendinopatías. Los estudios apuntan a que el tratamiento con estos fármacos aumenta de 3 a 6 veces el riesgo de tendinitis y rotura de los tendones.
Por otro lado, se han descrito efecto adversos a nivel cardíaco con el consumo de algunos antibióticos (macrólidos y fluoroquinolonas). Concretamente, se asocia su ingesta con un mayor riesgo de sufrir arritmias y otras complicaciones.
Otros efectos secundarios que se relacionan con el uso de algunos antibióticos son la fotosensibilidad e incluso la fatiga.
Puesto que una microbiota equilibrada es fundamental para mantener nuestro estado de salud, debemos consumir antibióticos y otros fármacos con responsabilidad, siempre bajo prescripción médica y durante el tiempo recomendado. Será útil coadyuvar al tratamiento antibiótico un probiótico específico para evitar los efectos secundarios o revertir la disbiosis de la microbiota que causan.
Referencias:
Sinha S, Lin Blaser MJ. Antibiotic use and its consequences for the normal microbiome. Science. 2016;352(6285):544-5. doi: 10.1126/science.aad9358.
Bidell MR, Lodise TP. Fluoroquinolone-Associated Tendinopathy: Does Levofloxacin Pose the Greatest Risk? Pharmacotherapy. 2016;36(6):679-93. doi: 10.1002/phar.1761.
Goodman C, Keating G, Georgousopoulou E, Hespe C, Levett K. Probiotics for the prevention of antibiotic-associated diarrhoea: a systematic review and meta-analysis. BMJ Open. 2021;11(8):e043054. doi:10.1136/bmjopen-2020-043054.




Olalla Otero
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